miércoles, 4 de febrero de 2009

tras una lectura poco recomendable

(Les daré un buen abrazo. Si es que vuelvo,
eso nunca se sabe).

“Hoy me han vuelto a robar, dijo Bill.
Las gafas y una navaja de bolsillo.
Sospecho que esa gente, buena gente,
que halaga mis oídos y enciende mis pasiones
no es tanto de fiar como pensaba.
Para empezar, no me los imagino
dándose; como mucho se prestan, y eso a cambio
de alguna pretensión inconfesable.
No me quedo con nadie, por mucho que apetezca
no estar solo lo estás. Y yo, a lo mío”.

Será que me he apuntado al solipsismo,
porque estoy muy de acuerdo con Bill Burroughs
en estas confesiones que hace a su amigo Ginsberg:
yo soy yo, sólo yo, por más que quiera
ser otro o estar otro. Eso que él llama
buena gente, al fin y al cabo mamarrachos
que juegan a vivir unos con otros,
te abrazan y se olvidan. Hace tiempo
yo jamás olvidaba un buen abrazo,
hace ya mucho tiempo, ahora me he acostumbrado
a las hipocresías y convivo
con ellas como con los moscones o la mierda.

Claro que esto lo digo, solipsismos aparte,
después de haber leído cartas de la ayahuasca
en una tarde inhóspita que invade
de invierno todo el cuerpo,
de ausencia que me duele hasta hacer sangre.
Me atenaza
cierto desvalimiento de esos que desazonan
al tipo más pintado, y yo no lo soy tanto.

Pienso: tan sólo es un paréntesis,
aquellos que alentaron mis anhelos
para luego dejarme en la estacada
volverán algún día, es un pequeño bache
en el camino. No lo sé. Si vuelvo alguna vez
o si ellos vuelven (eso nunca se sabe)
habrá que tomar nota.

Y serán mis abrazos los del oso,
sólo que menos fuertes.

1 comentario:

María Socorro Luis dijo...

Pienso que hoy estás muy metafísi co....
Y, no alucines con la ayahuasca...

Soco